El Efecto Nocebo

El Efecto Nocebo
Autor: Ernesto Yturralde
Nivel de interés: Alto
Tiempo de lectura: 08 minutos
Hace unos años acompañé a un grupo corporativo en un taller de Cuerdas Bajas en Panamá. Antes de iniciar, una de las participantes, Carla, comentó con cierto nerviosismo: “seguro me voy a lastimar, estas cosas siempre terminan mal para mí”. Ya en el área verde, no habían pasado quince minutos cuando tropezó y cayó, un hecho menor que ella misma magnificó. Lo que anticipó, terminó viviéndolo. Ese instante me recordó que a veces no es el obstáculo el que nos hiere, sino la expectativa que llevamos dentro, a esto se lo reconoce como el Efecto Nocebo.
El Efecto Nocebo es, en esencia, la sombra del Efecto Placebo. Mientras el placebo abre caminos hacia el alivio y la recuperación, el nocebo convierte la anticipación negativa en dolor, cansancio o malestar. La palabra viene del latín nocebo, “dañaré”. No es ave de mal agüero, es ciencia pura: hasta un 20% de quienes reciben placebos en ensayos clínicos reportan efectos adversos que provienen, no del “medicamento”, sino de lo que creen que sucederá.
La Neurociencia nos ha demostrado cómo opera este fenómeno. Cuando alguien anticipa dolor, se activan regiones como la corteza cingulada anterior y la ínsula, amplificando la percepción. La atención excesiva al cuerpo, amplifica sensaciones menores. Lo que apenas comienza como un simple pensamiento negativo, puede llegar a convertirse en una experiencia tangible y fisiológica, que logra alterar emociones, conductas y hasta la misma capacidad de enfoque.
En 2009, cuatro investigadores: Amanzio, Corazzini, Vase y Benedetti, publicaron un meta-análisis en la revista especializada: Pain. Revisaron setenta y tres ensayos de tratamientos contra la migraña y encontraron que muchos de los pacientes en “grupos placebo” reportaban los mismo síntomas a los del fármaco activo. Esas expectativas, no las moléculas, generaban el malestar. Unas palabras y contexto, bastaron para convertir lo neutro, en sufrimiento. Cinco años después, en 2015, Darragh, Chang, Booth y Consedine publicaron en Journal of Psychosomatic Research un interesante experimento con cuarenta y ocho adultos. Provocaron una reacción cutánea con histamina, y aplicaron la misma crema neutra en dos diferentes sesiones. A un grupo le dijeron que era antihistamínica; a los integrantes del otro grupo, no les dieron indicación alguna. Los resultados fueron interesantes, las percepciones de picor y ardor, variaron significativamente según las expectativas verbales. Esta misma sustancia se transformó en alivio para unos o en molestia para otros, tan solo dependiendo de la historia contada a cada grupo.
En 2024, investigadores de la UNSW Sydney llegaron a documentar el llamado “Contagio Nocebo”. El hecho de observar a alguien expresar dolor, aumentó el dolor propio frente a ese mismo estímulo. Esto fue publicado en Communications Psychology, y confirmó que las expectativas negativas también pueden llegar a transmitirse socialmente. Lo que vemos, lo que escuchamos en otros, llegar a moldear “nuestra propia experiencia”. Esta es una demostración de que el nocebo también viaja en aquellos rumores, en esas miradas y aquellas historias compartidas.
¿Por qué ocurre esto? La psicología nos explica que aprendemos por condicionamiento, por experiencias previas y también por sugestión social. Si ya vivimos un efecto adverso, nuestra mente espera que esto se repita. Si escuchamos advertencias dramáticas, nuestro cuerpo se prepara para confirmar dicha predicción. Y si observamos a otros sufrir, adoptamos esa expectativa como propia. El nocebo es un aprendizaje grabado en nuestro sistema nervioso. La narrativa negativa, sostenida con fuerza, se convierte en una vivencia poderosa. Traslademos este fenómeno a las organizaciones. Un líder que dice “este proyecto nuevo, seguro fracasará” inocula un nocebo cultural que se esparcirá y más potente si ese líder es apreciado por su experiencia. Aquí, la ansiedad crece, la atención se dispersa y los colaboradores actúan condicionados. Con todo ese escenario, la profecía se cumple. Necesitamos diseñar relatos diferentes, que adviertan riesgos cuando los hay, pero que también resalten los caminos posibles y generen una confianza compartida.
Y aquí surge un dilema ético, en la medicina, los profesionales deben informar riesgos sin provocar daño psicológico. En la gestión ocurre lo mismo: transparencia sin dramatismo. Los colaboradores merecen información clara, pero enmarcada con serenidad. El informar con realismo y planes de mitigación sostiene la autonomía sin desinflar la motivación. Esto se trata de comunicar riesgos como oportunidades de crecimiento, de aprendizaje, mas no como condenas inevitables e inexorables.
Existen estrategias concretas para mitigar el nocebo como educar sobre el fenómeno, esto le resta misterio. Cuando presentamos los riesgos acompañados de probabilidades reales y planes claros, logramos reducir la ansiedad porque generamos certezas sobre cómo actuar. Si evitamos los adjetivos catastrofistas, preservamos la confianza y mantenemos la serenidad del equipo y sumándole la escucha activa, generamos esa contención emocional que tantas veces marca la diferencia entre la parálisis y la acción.
Recuerdo un taller en Puembo, en Quito con un equipo de ventas. Llegaron convencidos de que la nueva meta, impuesta por la casa matriz en Bogotá, era imposible. La primera hora fue un espacio para desahogar, quejas y pronósticos anticipados de derrota. Reencuadramos el desafío como un proceso de aprendizaje, usamos dinámicas de confianza y abrimos ese espacio tan importante para generar compromisos personales. Al final, el pensar colectivo lo resumo en: “sabemos que no será fácil, pero sabemos que juntos lo intentaremos con fuerza”. El nocebo se había transformado en resiliencia colectiva y en nueva energía para avanzar.
Estudios de resonancia magnética nos muestran activación cerebral, ante la simple expectativa de dolor. El cerebro se alista para padecer dolor, y el cuerpo, sencillamente, lo obedece. Lo mismo sucede en los equipos de trabajo, el rumor que corre, la advertencia negativa que alguien vaticinó o la profecía del fracaso que en conversaciones privadas se generaron, condicionan las emociones, dispersan esa energía y logran apagar la creatividad, antes de siquiera empezar.
He podido observar casos en que la expectativa negativa llega a convertirse en parte de la Cultura Corporativa. Una reunión iniciada con frases como “el trimestre próximo, será un desastre”, esto instala ansiedad colectiva. El cortisol se eleva, la confianza disminuye y la capacidad de innovación suele paralizarse para ponerse en modo protección. En cambio, si cerramos con mensajes como “será un gran desafío, y tenemos capacidad para afrontarlo juntos”, la química del equipo cambia. El lenguaje es un complejo laboratorio invisible, pero siempre presente y con gran poder. Y la cultura que prevalece, ese espacio donde expectativas compartidas se convierten en conductas repetidas, puede llegar a ser debilitada por nocebos o fortalecida por placebos organizacionales. He aquí la importancia de las Charlas Motivacionales, bien estructuradas y entregadas.
La buena noticia entre todo esto, es que podemos intervenir. La primera estrategia es educar sobre el nocebo para desactivarlo. La segunda, enmarcar riesgos con realismo y esperanza, basado en los valores que nos acompañan, que más que 5 palabras clave en el website con parte de Cultura Organizacional. La tercera, acompañar emocionalmente, transformando miedos y temores en valor y confianza. Y la cuarta, es diseñar rituales de esta confianza que reduzcan rumores y refuercen la seguridad psicológica, en el día día de los líderes. No se trata de negar riesgos, de ninguna manera, sino de narrarlos como aprendizajes posibles. Allí es donde: ¡el lenguaje, cambia realidades! Y el lenguaje parte de los pensamientos. Las palabras son semillas, sembrar miedo cosecha temores mayores, grandes resistencias y mucha ansiedad. Cuando sembramos confianza, despertamos una fantástica creatividad y poderoso compromiso. No hablamos de retórica, hablamos de biología y cultura. Cada frase pronunciada es un disparador químico, emocional y conductual. Está en nuestras manos el elegir si activamos un nocebo paralizante o un placebo inspirador que fortalezca esa energía colectiva.
¿De qué queremos llenar nuestras conversaciones en reuniones formales y conversaciones en los chats? ¿De profecías grises y sombrías que anticipan derrotas o de relatos que convocan una verde esperanza y la fuerza de la acción? El nocebo nos recuerda que la comunicación bien manejada, crea realidades invisibles que luego dan frutos. Y esas realidades determinan cómo se sienten, deciden y actúan nuestros equipos dentro de las organizaciones.
Nuestro reto es aprender a comunicar con gran prolijidad y precisión. Prepararemos mensajes claros, anticipémonos a las preguntas y cerremos con acciones concretas para que nuestros planes, funcionen. Así lograremos reducir el impacto del nocebo. Inspirémonos en la medicina, informar con transparencia, acompañar con empatía y reforzar con seguimiento. En las organizaciones, ese mismo cuidado construye confianza, reduce el miedo y fortalece la cohesión. La narrativa se convierte en una poderosa herramienta de liderazgo a la par de los indicadores y las estrategias para lograrlo.
En salud, lo que se dice importa tanto como lo que se prescribe. En gestión, lo que comunicamos importa tanto como lo que ejecutamos. Una frase puede movilizar a la biología, a la conducta y a la cultura. Debemos diseñar conversaciones que orienten la atención hacia la acción responsable, que reconozcan riesgos sin sobre-magnificarlos y que ofrezcan caminos visibles y viables. Esa preparación transforma incertidumbre latente en dirección clara, las grandes ansiedades en compromisos firmes, y probables rumores en firmes acuerdos. El nocebo nos pone sobre la mesa, nuestra responsabilidad comunicativa y la necesidad de sembrar expectativas claras y conscientes.
Cada vez que hablamos, abrimos o cerramos posibilidades. Nuestras palabras aunque parezcan solo palabras, son poderosas palancas que liberan gran energía positiva o activan alarmas innecesarias. Los líderes decidimos qué vamos a sembrar, y lo que sembramos, cosecharemos. Hagamos desde el nocebo un recordatorio de responsabilidad y del placebo un gran aliado. Que cada conversación formal e informal, sea una invitación a la confianza, al aprendizaje y a los logros compartidos.
No se trata solo de un mensaje final, te hago una interesante invitación, luego de estas reflexiones. Podemos transformar el miedo en propósito si elegimos sembrar con conciencia. Cultivemos realismo esperanzado, un lenguaje que inspire y nuestros propios rituales que logren fortalecer la confianza. Cada palabra positiva que emitimos, se convierte en paso firme hacia la resiliencia. El mañana de nuestros equipos lo construimos desde el cómo hablamos, cómo transmitimos, esto genera creencias y las creencias, crean realidades.
Para citar este artículo:
Yturralde, Ernesto (2024). 'El Efecto Nocebo'. Recuperado de https://yturralde.com/articulo-efecto-nocebo.html








