Taxonomía de Bloom y los PEA

Taxonomía de Bloom y los Procesos Enseñanza Aprendizaje
Autor: Ernesto Yturralde
Nivel de interés: Alto
Tiempo de lectura: 13 minutos
Taxonomía de Bloom y los PEA
¡Bienvenidos, apasionados de la enseñanza y el aprendizaje!
El 15 de junio de 2018 tuve el privilegio de facilitar una jornada en la Universidad Earth, en Costa Rica, convocado por el Profesor Argenis Mora, con un grupo de jóvenes que estaban a punto de graduarse y dar el salto al mundo profesional. El taller lo llamamos One Step Forward, porque simbolizaba ese momento decisivo: avanzar con firmeza hacia una nueva etapa, llevando consigo no solo conocimientos técnicos, sino también aprendizajes que marcarían su manera de relacionarse con la vida. Tuve la gran oportunidad de conocer a un gran Facilitador Tico, Gerardo García quien fuese invitado a una charla dentro del programa. El día previo desarrollamos un taller con los Docentes de la Universidad.
Lo que hacía vibrante aquella jornada con los nuevos profesionales era la diversidad cultural del grupo. Frente a mí tenía a futuros líderes de 25 países: México, Brasil, Colombia, Panamá, Perú, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Bolivia, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Paraguay, Belice, Jamaica, Haití, Ghana, Zambia, Nigeria, Kenia, Ruanda, Tanzania, Zimbabwe y Etiopía. Cada bandera que sostenían representaba más que una nación: era el testimonio de una historia, de una raíz y de una esperanza compartida en un mismo espacio de aprendizaje.

El ambiente estaba cargado de expectativas y entusiasmo. Cada dinámica se transformó en un espejo donde podían ver reflejados sus miedos, sus fortalezas y sus sueños. La Taxonomía de Bloom me acompañaba, no como un esquema académico, sino como una brújula interior que guiaba el diseño de la experiencia. Esa estructura me permitía conducirlos desde lo más simple hasta niveles profundos de reflexión y creación, hilando cada paso con un propósito claro.
Lo más poderoso fue observar cómo, al final del taller ONE STEP FORWARD, comprendieron que dar un paso hacia adelante no era solo una consigna de la dinámica, sino un compromiso personal con lo que serían fuera de las aulas. La Taxonomía de Bloom, vivida desde el Aprendizaje Experiencial, se convirtió en una escalera invisible que los impulsó a subir desde el conocimiento hasta la acción transformadora.

La Universidad Earth merece mi especial reconocimiento. Más que un campus académico, es un crisol de culturas y un laboratorio vivo de sostenibilidad y liderazgo. Su apuesta por formar profesionales con conciencia social y compromiso ambiental convierte cada aula en un espacio de esperanza para el futuro. Haber compartido con sus estudiantes en aquella jornada fue confirmar que el conocimiento, al igual que una buena semilla, da frutos abundantes cuando se cultiva en un suelo rico de diversidad y compromiso.
Hoy quiero invitarte a explorar el universo de la Taxonomía de Bloom, una herramienta invaluable que, cuando la conectamos con el Aprendizaje Experiencial, se convierte en un motor que potencia el Proceso Enseñanza-Aprendizaje y lo lleva mucho más allá de lo tradicional.
Imagina por un instante un espacio donde aprender no se limita a escuchar ni a memorizar, sino que se vive, se siente y se transforma en descubrimiento personal. Un lugar donde cada lección trasciende las paredes del aula y se convierte en experiencia que deja huella, donde los participantes, en su rol de verdaderos Socios del Aprendizaje, toman el timón de su propio crecimiento. Ese espacio existe, y la Taxonomía de Bloom es una de las llaves maestras para abrirlo.
La Taxonomía de Bloom fue concebida por el educador norteamericano Benjamin S. Bloom en la década de 1950 como una guía para organizar los objetivos educativos en distintos niveles de complejidad. Dicho de otra forma, es un mapa que nos permite acompañar a los aprendices desde los primeros pasos de comprensión hasta las cumbres de la creatividad y el pensamiento crítico.
Lo fascinante de esta propuesta es que no se queda en la teoría, sino que nos ofrece una ruta clara para estimular habilidades que transforman la manera en que aprendemos. Cuando la aplicamos al Aprendizaje Experiencial, cada dinámica se convierte en una puerta hacia la reflexión, la resolución de problemas y la creación de nuevas posibilidades, haciendo del proceso una experiencia concreta y poderosa.
Como facilitadores, nuestro propósito no es solo entregar información, sino guiar a nuestros Socios del Aprendizaje en la travesía hacia la cima de esta montaña llamada conocimiento. Y en ese recorrido, la Taxonomía de Bloom se convierte en nuestra brújula: una guía que orienta cada paso para que el viaje se transforme en un aprendizaje enriquecedor y memorable.
Esta taxonomía está compuesta por seis niveles cognitivos que marcan la ruta desde lo más elemental hasta lo más sofisticado del pensamiento. En la base se encuentra el conocimiento, esa primera capacidad de recordar y comprender información. Allí podemos apoyarnos en juegos de memoria, mapas conceptuales o conversaciones en grupo que permitan anclar conceptos clave y dar solidez a los cimientos.
A medida que ascendemos aparecen la aplicación, el análisis, la síntesis y la evaluación, que desafían a ir más allá de la simple repetición de datos. Son etapas donde el aprendizaje se expande, cobra vida y se conecta con la realidad cotidiana. Y es aquí donde el Aprendizaje Experiencial revela todo su poder, porque cada actividad práctica, cada reto colaborativo y cada reflexión crítica se convierten en catalizadores que llevan al participante a descubrir, aplicar y transformar lo aprendido en acción concreta.
El Aprendizaje Experiencial nos ofrece una paleta amplia y vibrante de herramientas para llevar la Taxonomía de Bloom a su punto más alto. A través de simulaciones, estudios de caso, debates y proyectos colaborativos, abrimos escenarios donde los Socios del Aprendizaje no solo aplican lo que saben, sino que lo ponen a prueba en contextos que se asemejan a la vida real. En ese terreno práctico desarrollan habilidades que trascienden lo académico: trabajar en equipo, tomar decisiones con criterio y comunicarse de manera efectiva se convierten en logros tangibles que fortalecen su confianza y amplían su mirada.
Y entonces surge la pregunta: ¿qué ocurre cuando llegamos a la cima de la Taxonomía de Bloom? Es ahí donde aparece la creación, el nivel más alto y desafiante. En este espacio, los Socios del Aprendizaje dejan de ser receptores para convertirse en autores de su propio camino. Se transforman en verdaderos artesanos del conocimiento, capaces de imaginar nuevas posibilidades, diseñar soluciones innovadoras y aportar con su mirada única al entorno que habitan. Cada idea nacida en este nivel no solo refleja lo aprendido, sino la huella personal que cada uno está listo para dejar en el mundo.
Para llegar a ese nivel de creación, nuestra tarea como facilitadores es asumir el rol de guías apasionados y creativos en el proceso de aprendizaje. No se trata solo de acompañar, sino de encender la chispa de la curiosidad, abrir caminos para el pensamiento crítico y cultivar la imaginación de nuestros Socios del Aprendizaje. Podemos despertar ese potencial a través de desafíos que provoquen nuevas miradas, proyectos de investigación que los reten a profundizar y espacios de colaboración donde la originalidad tenga libertad para expresarse. En esos escenarios, el ingenio se convierte en puente y la creatividad en motor de transformación.
Cuando integramos la metodología del Aprendizaje Experiencial con la Taxonomía de Bloom, nuestros talleres se convierten en verdaderas aventuras de conocimiento. Cada actividad deja de ser un ejercicio aislado para transformarse en una experiencia que marca tanto la mente como el corazón de nuestros Socios del Aprendizaje.
El verdadero secreto de esta combinación está en la pasión y el compromiso que ponemos como facilitadores. Ser inspiradores, motivadores y profundamente empáticos nos permite crear un ambiente de confianza donde cada persona se sienta libre para explorar sin miedo a equivocarse. Es en ese espacio donde lo vivido cobra sentido a través de un Debriefing poderoso, capaz de detonar aprendizajes que permanecen y acompañan mucho más allá de la jornada.
La Taxonomía de Bloom nos ofrece una estructura firme para diseñar talleres con objetivos claros en cada nivel cognitivo, como si fueran escalones que se suben con intención y propósito. Pero su valor no se limita a ese marco, también nos inspira a ir más allá, a flexibilizar el camino y adaptarlo a las necesidades, ritmos y talentos de nuestros Socios del Aprendizaje. En esa apertura está la verdadera riqueza: comprender que cada grupo es único y que nuestra labor consiste en acompañarles a descubrir su mejor forma de aprender y crecer.

1. Conocimiento | El primer escalón de esta travesía del aprendizaje. En este punto, los participantes reciben las bases sobre las que luego edificarán su comprensión. No se trata solo de memorizar, sino de encender la chispa de la curiosidad y abrir la mente a nuevas posibilidades. A través de juegos interactivos, preguntas que despiertan la reflexión y la exploración de recursos, logramos que el conocimiento deje de ser un dato aislado y se convierta en energía que impulsa el siguiente paso. ¡Es momento de abrir las compuertas y dejar que el conocimiento fluya con fuerza!
2. Comprensión | Una vez que la información ha llegado a nuestra mente, el siguiente paso es darle forma, sentido y profundidad. Comprender significa ir más allá de repetir conceptos; es interiorizarlos hasta que puedan dialogar con nuestra propia experiencia. Para ello, las dinámicas de grupo, los ejercicios de reflexión y los debates se convierten en escenarios donde las ideas cobran vida, se contrastan y se enriquecen. Así descubrimos que comprender no es acumular datos, sino integrarlos en nuestra manera de pensar y actuar. ¡Abramos las alas y elevémonos hacia nuevos horizontes de comprensión!
3. Aplicación | Este es el momento en que el conocimiento deja de ser teoría y comienza a convertirse en acción. Los participantes se transforman en ingenieros de soluciones, enfrentando retos que les exigen poner a prueba lo aprendido. Cada estudio de caso, cada simulación y cada escenario práctico se vuelve un laboratorio donde sus ideas se contrastan con la realidad.
En esta etapa la energía cambia, porque ya no hablamos de conceptos abstractos, sino de decisiones concretas y resultados palpables. Resolver un problema, encontrar un camino alternativo o diseñar una respuesta creativa les permite comprobar que el conocimiento no está para guardarse, sino para usarse. ¡Es aquí donde el aprendizaje cobra vida en sus manos!
4. Análisis | Alcanzamos el terreno del pensamiento crítico, donde la información ya no se observa como un bloque compacto, sino como un entramado lleno de matices y posibilidades. En esta etapa invitamos a los participantes a separar cada pieza, a observar las conexiones invisibles y a descubrir patrones que antes pasaban desapercibidos. El análisis se convierte en una lupa que revela detalles que transforman la manera de entender la realidad.
Los debates apasionados, el examen de datos y los proyectos de investigación son los vehículos que nos permiten llegar a este punto. Aquí no basta con aceptar lo evidente, se trata de cuestionar, contrastar y reinterpretar lo aprendido. Al mirar más allá de la superficie, los Socios del Aprendizaje descubren perspectivas frescas que enriquecen su visión y fortalecen su capacidad de decisión. ¡Es como desplegar un mapa oculto que siempre estuvo ahí, esperando ser leído con nuevos ojos!
5. Síntesis | En este nivel los participantes se convierten en verdaderos artistas del pensamiento creativo, capaces de combinar ideas, conceptos y perspectivas para dar vida a nuevas soluciones. A través de proyectos colaborativos, actividades de diseño y desafíos que despiertan la imaginación, logran integrar lo aprendido en propuestas innovadoras que llevan su sello personal. La síntesis es ese momento en que la creatividad se convierte en acción compartida, construyendo un mosaico de ideas que ilumina nuevas posibilidades.
6. Evaluación | En la cima de la Taxonomía de Bloom, los participantes asumen el rol de evaluadores conscientes, capaces de examinar con rigor la validez, la relevancia y el impacto de las ideas. En este nivel no basta con crear, es necesario discernir, contrastar y juzgar con criterio lo que realmente aporta valor. A través de debates profundos, evaluaciones entre pares y revisiones críticas, desarrollan la habilidad de tomar decisiones informadas que fortalecen su pensamiento estratégico y su capacidad de liderazgo. ¡Aquí la mente se afila y el espíritu crítico se convierte en brújula para avanzar con claridad!
Con cada nivel de la Taxonomía de Bloom nos internamos en un territorio distinto del Aprendizaje Experiencial, donde cada participante se descubre como explorador activo de su propio camino. No es solo ascender una escalera de conocimiento, es recorrer una aventura en la que la curiosidad abre puertas y la experiencia enciende certezas. Mantengamos viva esta herramienta como guía en nuestros talleres, porque en ella encontramos la oportunidad de despertar talentos, liberar creatividad y acompañar a otros en el descubrimiento de su verdadero potencial. ¡Sigamos adelante, aventureros del conocimiento!
Se cuenta que, mientras Bloom y su equipo trabajaban en la clasificación de los niveles cognitivos, surgió un intenso debate sobre cuál debía ser el orden correcto. Las opiniones eran diversas y el consenso parecía lejano. En ese momento, Bloom tomó un puñado de tarjetas en blanco y, guiado por su intuición, escribió en cada una los distintos niveles. Luego las colocó en el suelo, moviéndolas una y otra vez, hasta encontrar una secuencia que le pareció clara, coherente y poderosa. Aquella escena, tan simple y a la vez tan profunda, refleja la pasión y la determinación de Bloom por dar vida a una herramienta que transformaría la educación. Una muestra de que incluso las mentes brillantes atraviesan dudas y desafíos en el proceso creativo, pero es precisamente ahí donde surge la grandeza de sus aportes.
Benjamin S. Bloom, el educador visionario detrás de la Taxonomía que lleva su nombre, nos legó una herramienta invaluable para el mundo de la educación. Su obra sigue siendo un faro en la planificación y el diseño de experiencias de aprendizaje que trascienden la simple transmisión de información. Gracias a su dedicación y a la claridad de su visión, hoy contamos con una guía que nos ayuda a potenciar el aprendizaje y, con ello, a transformar vidas y abrir caminos de crecimiento que perduran en el tiempo.
Con el paso del tiempo, la Taxonomía de Bloom no se quedó estática. Fue revisada por David R. Krathwohl y Lorin W. Anderson en 2001, y más adelante, Andrew Churches la replanteó hacia el terreno digital, proponiendo la Taxonomía de Bloom Digital. Este enfoque nos recuerda que las herramientas pueden transformarse, pero la esencia sigue siendo la misma: guiar el aprendizaje hacia niveles más altos de pensamiento y acción. Hoy, en un mundo donde la tecnología está tan presente, ese replanteamiento nos invita a integrar lo digital como un aliado que potencia la experiencia, sin olvidar que lo más valioso sigue ocurriendo en el ser humano que aprende y crea.
La Taxonomía de Bloom no es solo un modelo académico; es una invitación a expandir horizontes, a convertir el aprendizaje en una aventura que toca la mente y el corazón. Aquella jornada en la Universidad Earth, en Costa Rica, con jóvenes a punto de graduarse, me recordó que cuando el conocimiento se vive desde la experiencia, cobra un sentido transformador. One Step Forward!
Hoy, cada vez que facilitamos un taller, llevamos con nosotros esa brújula que Bloom nos entregó, no como una fórmula rígida, sino como un mapa flexible para guiar a nuestros Socios del Aprendizaje. En cada dinámica, en cada reflexión, en cada compromiso que nace de una vivencia, se enciende la posibilidad de transformar personas y organizaciones.
El legado de Bloom sigue vivo en cada paso hacia adelante que damos juntos. Y mientras continuemos aplicando esta herramienta con pasión, creatividad y empatía, estaremos honrando no solo su visión, sino también el propósito mayor de nuestra misión: inspirar a otros a crecer, a liderar y a construir un futuro con más consciencia y humanidad.
Para citar este artículo:
Yturralde, Ernesto (2019). 'La Taxonomía de Bloom y los PEA'. Recuperado de https://yturralde.com/articulo-taxonomia-de-bloom-pea.html








