Vincit qui patitur

Vincit qui patitur

Vencemos cuando soportamos con propósito

Autor: Ernesto Yturralde

Nivel de interés: Alto
Tiempo de lectura: 07 minutos

Fue en marzo de 2020, justo antes de que la OMS declarara oficialmente la pandemia. Estábamos facilitando una jornada intensa en Puembo, en las afueras de San Francisco de Quito, rodeados de montañas y silencio, cuando una lideresa del equipo me comentó cuando retornábamos a la sala, una frase que se me clavó en el pecho como espada templada: “A veces solo me queda resistir ... pero sigo firme.” No lo percibí como resignación, sino como una declaración de fortaleza interior. En su voz no había lamento, había propósito. Ese comentario se quedó dándome vueltas en la cabeza mientras transcurría la jornada, y me llevó a conectar con una frase muy antigua y poderosa: Vincit qui patitur - Vence quien soporta.

Ojo, soportar no es agachar la cabeza, ni congelarnos, es decidir conscientemente permanecer. Con las fuerzas vivas, con la esperanza respirando bajo todo el peso. Como líderes, como humanos, muchas veces no vencemos por fuerza, sino por constancia. No vencemos por tener todas las respuestas, sino por quedarnos en la pregunta, aún cuando esto duele.

Soportar no es resignarnos

Hay un error que cometemos con frecuencia: pensar que el sufrimiento tiene sentido por sí mismo. Y no, el dolor no es maestro si no lo transformamos en aprendizaje experiencial. La espera no es virtuosa si no la vivimos con intención. Soportar, en este sentido, no es soportarlo todo. Es discernir, es decidir qué merece nuestra perseverancia y qué es lo que únicamente está drenando nuestra energía. Es un acto de valentía filtrar el ruido del entorno, elegir nuestras batallas, y confiar en que hay un porvenir digno de nuestro esfuerzo. Porque no todo lo que se presenta merece respuesta. No todo conflicto necesita nuestra energía. Hay batallas que distraen, que agotan, que nos hacen perder de vista lo esencial. Saber elegir implica renunciar con sabiduría a lo que solo alimenta el ego o el desgaste, para enfocarnos en aquello que construye, que transforma, que vale la pena sostener.

Como líderes, no estamos llamados a aguantar por aguantar, sino a resistir con propósito. A reconocer que el verdadero coraje a veces no está en pelear, sino en saber cuándo no hacerlo. Sostener la visión cuando todo parece desvanecerse implica enfocar nuestra energía como un rayo láser, no como una linterna dispersa. Y eso solo se logra cuando elegimos, con plena conciencia, dónde poner el alma, dónde poner el tiempo y dónde poner el corazón.

Vencer desde adentro

La victoria, cuando es verdadera, no se grita. Se siente en el pecho. Aparece cuando, aún rotos, aún cansados, nos negamos a dejar de amar lo que hacemos, a pesar de las grietas. Vencer es saber que cada cicatriz no nos debilita, sino que nos recuerda lo que fuimos capaces de atravesar. La verdadera victoria es silenciosa, pero transformadora. No necesita aplausos porque se sostiene en la coherencia interna, en haber sido fieles a nosotros mismos. Se manifiesta cuando, incluso sin testigos, decidimos actuar con dignidad. Y es allí, en ese instante íntimo, donde nuestra fortaleza se hace visible. Vencer es no haberse traicionado, ni siquiera en los días más oscuros.

Prácticas para cultivar la resiliencia con sentido


La bitácora de lo superado | Escribir cada semana qué desafíos enfrentamos y cómo los transitamos. No importa cuán pequeños parezcan. Documentar el camino andado fortalece nuestra narrativa personal y nos permite observar desde otra perspectiva aquello que en su momento sentimos como abrumador. La memoria se expande cuando reconocemos lo vivido con conciencia, y cada relato registrado se convierte en evidencia de nuestra evolución. Esta práctica no es solo un registro, es un espejo que nos recuerda que hemos resistido, aprendido y seguimos avanzando, paso a paso, con más sabiduría.


El mapa de influencia | Dividir lo que nos preocupa entre lo que sí depende de nosotros y lo que no. Ese simple detalle aclara el foco, ahorra energía y da paz. Es como limpiar un cristal empañado: de pronto, lo esencial se vuelve visible. Al liberar lo que no controlamos, recuperamos serenidad. Y al enfocarnos en lo que sí, se activa nuestra capacidad de respuesta. Es un acto de liderazgo interior que nos centra, nos fortalece y nos conecta con la acción consciente. Cuando lo aplicamos en equipo, generamos claridad compartida y fortalecemos la toma de decisiones colectivas.


Respirar antes de reaccionar | Ante cada crisis, detenernos treinta segundos. Un respiro profundo. Una pausa corta, pero potente. Nos permite responder en lugar de reaccionar. No es huida ni evasión, es estrategia emocional. El silencio que habita entre estímulo y respuesta puede salvar relaciones, decisiones, y hasta futuros.


Compartir lo que sentimos | Conversar con alguien de confianza, con las cartas sobre la mesa. Resistir no significa hacerlo solos, y poner en palabras lo que duele ya es un acto de valentía. Abrir el corazón con honestidad nos alivia, nos humaniza y nos permite sanar mientras avanzamos. Hablar desde la vulnerabilidad, en espacios seguros, teje vínculos que sostienen. No se trata de desahogo superficial, sino de un encuentro genuino entre dos personas que deciden sostenerse desde lo real, desde lo humano, desde lo compartido.


Recordar por qué empezamos | Reconectar con nuestro propósito nos devuelve el norte en medio del ruido. Hay motivos que merecen ser sostenidos, aunque duelan. Cuando las dudas nos visitan o la motivación flaquea, mirar hacia ese primer impulso nos reanima. Detrás de cada meta hay una historia, una razón, una llama que no debemos dejar apagar. Volver al origen nos reconcilia con el camino, resignifica el cansancio y revitaliza nuestras decisiones. Al escribor estas líneas, vienen a mi mente esos momentos en los cuales pasé esos momentos de incertidumbre cuando cuatros años después de mi emprendimiento de lo que hoy es Ernesto Yturralde Worldwide Inc. tuve esos momentos de flaqueza. En los momentos difíciles, recordar no es retroceder, es reafirmar el para qué. Y ese para qué nos sostiene.


Hay equipos que no buscan líderes perfectos, sino referentes reales, que inspiran, no por el control que ejercen, sino por la templanza que encarnan. Porque cuando los colaboradores ven, aún con temores, que seguimos firmes, se animan también a quedarse, y quedarnos no significa estancarnos, significa sostener lo que vale la pena construir. Significa enseñar que la paciencia puede ser un acto revolucionario; significa que a veces el mayor acto de liderazgo no es ir rápido, sino saber esperar sin abandonar nuestro norte.

Crear culturas así requiere que, como líderes, dejemos de medir solo indicadores externos. Que aprendamos a ver las pequeñas grandes victorias que ocurren en el corazón del colaborador que decidió seguir, cuando hubiera sido más fácil renunciar. Porque ahí, en ese gesto silencioso de permanencia, hay compromiso, hay propósito y hay lealtad emocional. No todo lo valioso se cuantifica. Algunas de las expresiones más auténticas de cultura organizacional se revelan en los detalles: una mirada de apoyo, una tarea asumida con entrega, un error transformado en oportunidad. Esas señales también son KPI del alma.

¿Qué vas a soportar hoy con propósito?

No todo merece tu energía, pero lo que sí, sosténlo con alma entera. Hoy puedes elegir cuál será tu “soportar con propósito”. No estás solo. Hay millones de personas en esta red, en este continente, en tu propio equipo, que están batallando sin un solo aplauso, pero con dignidad.

A ti, que hoy sostienes un sueño, un equipo, una idea, una familia o una organización en medio de la incertidumbre: Vincit qui patitur. ¡Sí, vence quien soporta ... con amor, con estrategia y con propósito!

Para citar este artículo:

Yturralde, Ernesto (2025). 'Vincit qui-patitur: Vencemos cuando soportamos con propósito'. Recuperado de https://yturralde.com/articulo-vincit-qui-patitur.html

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